Como un
refugiado de la Alemania de Hitler se convirtió en el padre de los videojuegos
El hombre reconocido como el padre de los
videojuegos, de la invención por excelencia americana, fue un refugiado de la
Alemania de Hitler.
“Tuve la desgracia de haber nacido en una
horrenda situación,” Ralph Baer dijo al Museo de Historia de la Computadora, de
nacimiento a padres judíos en 1922 en el suroeste de Alemania.
Cuando los Nazis llegaron al poder, botaron a
todos los estudiantes judíos fuera de las escuelas, forzándolos a buscar empleo
a la edad de 14 años.
El trabajó como un mecanógrafo en una oficina,
reunió monedas para los bares y trabajaba en una fábrica de zapatos.
El jefe de Baer en la fábrica de zapatos le dijo
que nunca llegaría a nada.
Inmutado, el joven Baer inventó una máquina que
automatizaba un proceso en una sola mano, una temprana señal de su talento
innovativo- y su rebeldía.
Un aprendiz rápido, Baer se enseñó a si mismo
Ingles, lo cual fue crítico para conseguir que su familia estuviera en la minúscula
lista de individuos aceptados por la inmigración a los Estados Unidos. Justo
semanas antes de la “Noche de Cristales
Rotos”, lo cual significó en una escala mayor del estado de guerra nazi
contra el judaísmo, la familia de Baer llegó a New York, donde la madre de Baer
tenía familiares.
La innovación requiere aparecer en el lugar
correcto en el tiempo correcto, como también el genio individual. Baer llegó a
los Estados Unidos durante el apogeo de la investigación de laboratorio
industrial Americana, y New York era un centro de innovación electrónica. El
rápidamente encontró empleo en el sector creciente de la electrónica para
defensa, en tales compañías como Loral Electronics y Transitron.
Una de las primeras tareas en Loral era
construir un set de televisión. Al hacer esto, se convenció que las TVs eran
subutilizadas de un solo modo, medio pasivo. Así nació la idea de la TV
interactiva, y lo que el inicialmente llamó “televisión participativa”.
Más tarde, en Sanders Associates, una compañía de
electrónica de defensa en Nashua, New Hampshire, Baer tenía dificultad en crear
un dispositivo que pudiese de hecho introducir imágenes en la pantalla de la
TV. Entonces tuvo un momento eureka. Sentado en una parada de bus, se dio cuenta
que podía construir un pequeño dispositivo de frecuencia de señal de radio, “entonces
podías introducir señales en las terminales de la antena de una televisión en
el Canal 3 o Canal 4.” Esto haría a la televisión más interactiva.
Pronto después de ello, mientras dirigía un
laboratorio de investigación militar, Baer pidió un espacio de librería antigua
en el quinto piso del edificio de la calle del canal de la compañía, donde secretamente
empezó sus propios “trabajos encubiertos”.
Cuando la paz del negocio lo permitía, él y los
diseñadores técnicos trabajaban esporádicamente en la idea de una consola de
juegos que pudiese funcionar en Televisores inmodificables. “Poco a poco
obtuvimos cosas en la pantalla” el recuerda. “Luego empezamos a pensar en que
juegos jugar” Eso incluyo el primer juego visto en pantalla pingpong.
Salida de esta idea original llegó su famoso
prototipo “brown box” una única consola que contenía el primer sistema de
videojuego, ahora en las colecciones del Museo Nacional Smithsoniano de la
Historia Americana. Una vez que creó el prototipo, Baer finalmente lo presentó
a sus jefes, persuadiéndolos de que podrían hacer dinero con los videojuegos
para la televisión, aunque tales juegos no tenían nada que ver con negocios
serios del radar y de defensa de R&D, los que eran los principales
productos en línea.
Sanders, obtuvo la propiedad de los derechos del
prototipo de Baer por la noble suma de un dólar, se dio licencia de la tecnología
de la Brown box a una compañía de TV, Magnavox, la cual produjo la enormemente la
popular consola de videojuegos Odyssey. Sanders finalmente ganó apretadamente
$100 millones (dólares en los 70s) de las patentes de Baer asignadas a la compañía.
Lo que distinguió a Baer de muchas otras invenciones era su atención a la
comercialización. Él sabía que una invención no contaba a menos que fuese
encontrada en el mercado. Cuando más tarde se le pregunto cómo llevo su
desarrollo comercial exitosamente de los videojuegos en los hogares en una
contratante militar que no tenía nada que ver con la televisión, él dijo que
era como “un pedazo de Chutzpah (audacia) judía”.
“Simplemente lo hice” dijo.
Baer era un reparador en el hogar, y su éxito con
la Brown box lo motivo a hacer más. Él estaba claramente muy feliz de trabajar
en su acogedor sótano en Manchester. Los garajes de la Costa Oeste son de alto
rango en la jerarquía de los templos de innovación- ambos Hewlett Packard y
Apple famosamente trazaron sus orígenes en garajes. Pero si estas dentro de los
videojuegos, tienes una gran deuda de gratitud a un sótano de la Costa Este.
Arreglamos ese mismo laboratorio en nuestro museo, como una exhibición clave sobre
la innovación y emprendimiento Americano.
Los expertos a menudo debaten si la invención y
la innovación dependen más en esfuerzos solitarios o colaboraciones
institucionales. El trabajo de Baer muestra que es más a menudo una combinación
de ambos.
Arthur Molella es el director emérito
del Centro Smithsoniano Lemelson en el Museo Nacional de Historia Americana.
Molella era parte de un equipo curatorial que llevó el taller de Ralph Baer al
Museo. El escribió esto para “Que significa ser americano, una conversación
nacional auspiciada por Smithsonian y el Zocalo Public Square.
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